18 marzo, 2022
Pareciera que no hay tarea más noble a favor del planeta que plantar árboles. Incluso forma parte de la tríada de deberes que hay que hacer para dejar un legado: escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol.
El boom por plantar árboles floreció en los últimos años para contrarrestar los voraces incendios y ayudar a mitigar el cambio climático. Pero la tarea no siempre cumple con estos objetivos ambientales. Y, a veces, puede tener un saldo negativo para la naturaleza.
Emiliano Ezcurra, director de la fundación Banco de Bosques, asegura que el boom de plantar árboles se exacerbó tras las noticias de los incendios que afectaron la Amazonia a inicios del 2019, y luego Australia, en 2020. En Argentina, primero fueron los incendios en La Pampa en 2017, luego hubo fuegos masivos en la Patagonia y Córdoba, hasta los que afectaron a Corrientes este año.
El boom forestal fomentado por los incendios
“La visibilidad que tienen los incendios exacerba la necesidad de plantar árboles, porque resuelve el problema psicológicamente. Aparece como la solución, la imagen que contiene todos los elementos que una persona quiere ver. Pareciera que plantar siempre está bien, pero no es así”, dice Ezcurra.
La forestación no es solo un impulso que tienen las personas. Empresas ofrecen tratos sustentables del tipo: “Por cada 100 productos que vendemos, nos comprometemos a planta un árbol”.
Y el estado nacional también se subió a esta tendencia. En la apertura de sesiones del Congreso 2022, el presidente Alberto Fernández anunció un plan para forestar con 100 millones de árboles. “Los árboles son el mecanismo natural manejable más eficiente para la captura de carbono”, argumentó.
Pero Ezcurra advierte: “El error más común es pretender que la mera plantación de un árbol resuelve un problema ambiental. A veces plantar un árbol genera problemas ambientales”.
Por lo general, los planes forestales se realizan con unas pocas especies productivas como eucalipto y pinos, ambas exóticas para Argentina y grandes consumidoras de agua.
“Si voy a plantar pinos y eucaliptos voy a generar un cultivo, no un bosque. Es lo mismo que plantar maíz y soja. No está mal, pero tiene un fin productivo no se esta beneficiando al ambiente”, detalla el ambientalista.
La forestación no resuelve el cambio climático
Los árboles necesitan carbono para crecer. Este carbono lo obtienen del aire en la forma de dióxido de carbono (CO2), el principal gas responsable del cambio climático.
En muchos casos, la forestación es el salvoconducto que tienen los estados, empresas y personas para no avanzar con otras medidas para mitigar el calentamiento global, como reducir el consumo de combustibles fósiles e impulsar una vida y producción más sustentables.
De hecho, la evidencia indica que para frenar la crisis climática no alcanza solo con forestar. “La plantación de árboles no es una panacea para mitigar el cambio climático, ya que solo las reducciones inmediatas y drásticas de las emisiones de gases de efecto invernadero pueden limitar el calentamiento a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales”, concluye un trabajo publicado en la revista Frontiers in Forest and Global Change.
Aforestar o plantar árboles donde antes no había
Por su parte, Marcelo Nosetto, investigador del Conicet y la Universidad Nacional de San Luis, asegura que muchas de las iniciativas de forestación en realidad son aforestación, esto es, plantar árboles donde antes no había bosque. Esa práctica tiene varias consecuencias negativas.
“Un impacto claro es en el ciclo del agua. Se produce una aumento de la evapotranspiración, por lo que más agua vuelve a la atmósfera y menos ingresa en el subsuelo. Si el recurso es escaso, hay menos disponibilidad para otras actividades”, explica.
Y ejemplifica con lo que sucede en Uruguay, donde hay mucha producción forestal, la cual genera una disminución en el caudal de los ríos. Algo similar ocurre con las plantaciones de pinos en algunos sectores de las sierras de Córdoba.
Sin embargo, en zonas inundables forestar puede ser una buena estrategia para favorecer el drenaje, como en algunos sectores de la región pampeana.
“Las regiones chaqueña y del espinal eran zonas ocupadas por bosques. La agricultura absorbe menos agua que el bosque. Entonces, esa agua escapa, por lo que las napas ascienden y hay un mayor riesgo de inundaciones”, detalla Nosetto.
En este sentido, el investigador asegura que los planes de forestación deben ser analizados en cada caso. “Por ejemplo, forestar todas las sierras de Córdoba tendría impactos claramente negativos porque son las cuencas de los ríos de la región que se necesitan para otras actividades”, comenta.
Para el investigador, la aforestación tampoco es buen remedio para el cambio climático. “Los bosques son más oscuros que un pastizal o los territorios cubiertos de nieve. Absorben más radiación y, por lo tanto, plantar árboles allí puede generar calentamiento”, explica.
La biodiversidad que se va
Una evaluación global de los árboles determinó que el 30 % de las cerca de 60 mil especies están en riesgo de extinción. “Las principales amenazas son la tala y otras formas de pérdida de hábitat, la explotación directa de madera y otros productos, y la propagación de plagas y enfermedades invasivas. El cambio climático también está teniendo un impacto claramente mensurable”, detalla el informe.
La única forma de proteger esa biodiversidad, y los ecosistemas que prosperan cobijados bajo estos bosques, es evitar que se siga desforestando.
Ezcurra dice que la gente puede hacer dos cosas concretas para recuperar bosque. Una de ellas es ayudar a salvar cada metro cuadrado de bosque que sigue en pie. “Allí la biodiversidad y el carbono están hoy. Y además, estamos cuidando el arca de donde van a salir las semillas y especies que reforestarán otros bosques”, asegura.
La otra acción concreta que pueden hacer las personas es apoyar proyectos de restauración o regeneración del bosque que siguen los principios de la naturaleza con solo un “empujoncito humano”.
“Si quiero plantar árboles con un fin ambiental para almacenar carbono y proteger la biodiversidad, no hago una plantación forestal sino restauración”, asegura Ezcurra. El Banco de Bosques se dedica a ese trabajo.
Algunas de las tareas puntuales de una iniciativa así son: clausurar el lugar para evitar el ingreso de herbívoros; colocar postes para que vengan las aves que defecan semillas; crear montículos de maderas podridas para que vengan murciélagos que fertilizan el suelo con sus heces; y luego hacer bosquetes, pequeños parches donde se plantan arbolitos de viveros y también se trasplantan ejemplares de bosques cercanos.
Por Lucas Viano @LucasViano
REDACCIÓN PENSAR SALUD
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