12 marzo, 2018
El sarampión es una enfermedad grave causada por un virus, pero perfectamente prevenible con vacunas. Sin embargo, a finales de febrero la Organización Mundial de Salud hizo pública su preocupación por el aumento de casos en Europa.
Tras un mínimo histórico de 5.273 casos en 2016, los números llegaron a cuadruplicarse en 2017. Más de 20.000 personas afectadas y 35 muertes. Es más, 15 países europeos, incluido Reino Unido, tuvieron grandes brotes. Rumania, Italia y Ucrania fueron los territorios con mayor incidencia.
No obstante, se trata de un problema de salud no solo para Europa, sino para el resto del mundo. Países de otros continentes también notificaron brotes de sarampión entre 2016 y 2017.
Argentina, mejor que Europa
España, país que dentro del escenario europeo se mueve en un rango de casos relativamente bajo, tuvo en 2017 160 casos. Tampoco hay que olvidar que durante el último brote importante de 2011, alcanzó los 3.518 casos (30.000 en Europa). Mientras que en Argentina, el último caso de sarampión endémico se registró en el año 2000. Luego solo hubo casos importados de personas que contrajeron la enfermedad en el extranjero.
Desde 2010 se registraron 24 casos importados. El mayor brote ocurrió con la Copa del Mundo de Futbol 2010 realizada en Sudáfrica, con 17 casos confirmados. El último caso importado en Argentina ocurrió en 2017. Fue el de un joven tucumano a su regreso de un viaje por el Sudeste Asiático.
Evitar la reintroducción del virus
¿Cómo se explica que Argentina tenga menos casos de sarampión que Europa? En gran medida debido a las altas tasas de cobertura de vacunación que existen en el país.
El sarampión tienen una altísima tasa de contagio en personas no vacunadas. Si tenemos contacto cercano con un caso y no estamos vacunados, es casi imposible no contagiarnos. Es decir, las opciones son vacunarse o infectarse a través del virus.
Cuando aparece una persona afectada, que se produzca o no un brote significativo dependerá directamente de la tasa de vacunación de la población cercana. También de las medidas preventivas llevadas a cabo. Estos factores son clave para evitar la reintroducción del virus en nuestro país.
Un paso atrás en la erradicación
El sarampión es una enfermedad candidata a la eliminación ya que su reservorio es exclusivamente humano. Además se dispone de una vacuna eficaz y barata que aporta inmunidad duradera, el virus apenas sobrevive en el ambiente y existen técnicas diagnósticas suficientes para detectar la infección.
Según los datos de la OMS, en 1980 –antes de que se generalizara el uso de la vacuna– causaba cerca de 2,6 millones de muertes al año. De 1990 a 2008 se avanzó mucho en su erradicación; sin embargo, a partir de entonces se han declarado brotes en todo el mundo.
El error, percibirla como inofensiva
Mientras a principios del siglo XXI había casi un millón de muertos, en 2016 el número ha caído por debajo de 100.000. “En algo más de 15 años se han reducido los fallecimientos un 84%”, indica a Sinc José María Bayas, expresidente de la Asociación Española de Vacunología. “Esto ha supuesto salvar 20 millones de vidas gracias a las vacunas”.
El experto revela cómo esta mejora puede suponer, por otra parte, una pérdida del respeto a la enfermedad y la propagación de teorías nada científicas. “Al perderse el dramatismo asociado, se difunde la idea de que es mejor padecer sarampión que vacunarse porque esto aporta una inmunidad más sólida”, afirma.
“Y es cierto, pero primero hay que sobrevivir”, recalca Bayas. “Si te mueres ya no consigues esta inmunidad. Es importante señalar que el sarampión, además de matar, puede tener secuelas graves, por lo que el balance de la inmunidad también puede resultar negativo”.
El riesgo de los grupos antivacunas
“Los padres que deciden no vacunar a sus hijos obviamente les quieren, pero manejan información equivocada”, explica Bayas. “Han sido embaucados por personas poco escrupulosas. No vacunar a un niño de sarampión mientras esta enfermedad exista es un engaño; antes o después se acabará encontrando con el virus”.
Para evitar un resurgimiento de esta enfermedad se deben reforzar los sistemas de inmunización, pero también luchar contra los movimientos antivacunas. “Internet es una herramienta maravillosa, pero también puede hacer muchísimo daño. Muchas personas no son capaces de discriminar entre información seria y rigurosa y la que no lo es”, subraya Bayas.
Así, aunque la falsa noticia publicada hace 20 años sobre un posible vínculo entre la vacuna triple viral y el autismo ha sido extensamente desacreditado, el temor que creó dañó la confianza de ciertos colectivos.
Signos de alerta
Es fundamental un diagnóstico precoz para iniciar el aislamiento del enfermo y prevenir así la transmisión. Sin embargo, los médicos más jóvenes apenas conocen la enfermedad ya que hoy no es normal verlo en las consultas.
El primer signo del sarampión suele ser fiebre alta, que dura entre 4 y 7 días. En la fase inicial, el paciente puede presentar congestión nasal, tos, ojos llorosos y rojos y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas. Al cabo de varios días aparece erupción cutánea, generalmente en el rostro y la parte superior del cuello. Esto se extiende unos 3 días y acaba por afectar manos y pies.
Las complicaciones más importantes son ceguera, encefalitis y diarrea grave. Además de infecciones del oído y respiratorias, como la neumonía. Son más frecuentes en menores de 5 años y en mayores de 30.
AGENCIA SINC
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