8 abril, 2022
Dentro del sistema digestivo humano existe un mundo de organismos vivientes que hasta hace poco tiempo era casi desconocido. Se trata del microbioma intestinal, una comunidad de unas 3 millones de bacterias, virus y hongos. Ahora se sabe que participan en múltiples funciones del organismo. En la digestión de alimentos, pero también en las respuestas inmunológicas del organismo ante agentes patógenos. Incluso en la producción de estados anímicos.
Dentro de este universo bacteriano el microbioma intestinal presenta otra contracara oscura. En distintas ramas de la medicina hoy comienza a comprenderse el vínculo del microbioma intestinal con varias patologías.
Entenderlo y aplicarlo es clave para regular los mecanismos bioquímicos e inmunológicos que conducen a la salud y a la enfermedad.
Desequilibrio bacteriano
Se la conocía como “flora intestinal” y por su aporte a la digestión de los alimentos. Hoy el microbioma intestinal se estudia a nivel molecular. El objetivo es evaluar los desequilibrios entre las bacterias benéficas y las perjudiciales. Es un problema conocido como “disibiosis”, que puede ser la puerta de entrada para diferentes enfermedades (diabetes, obesidad, síndrome de intestino irritable, cáncer de colon).
Las sospechas de conexión entre la disibiosis y los problemas digestivos existían hace décadas. Pero recién ahora empiezan a conocerse los mecanismos por los que la presencia o ausencia de ciertas bacterias puede desencadenar trastornos intestinales.
Los estudios más recientes sobre microbioma intestinal
Por ejemplo, un reciente estudio publicado en la revista Nature reveló que ciertas bacterias presentes en el intestino influyen en los ácidos biliares y participan en los trastornos inflamatorios que conducen a la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn.
Por su parte en Estados Unidos, investigadores de la Clínica Mayo sostienen que el estado del microbioma intestinal -es decir, la proporción de distintas bacterias, virus y hongos- permite pronosticar la evolución de los pacientes con artritis reumatoidea (una enfermedad autoinmune que afecta progresivamente las articulaciones del cuerpo y conduce a la inmovilidad). En el futuro, entonces, algunos de los microorganismos que viven en el tracto intestinal podrían utilizarse como biomarcadores. A partir de un análisis de materia fecal permitirían diferenciar pacientes con artritis reumatoidea que experimentaran mejoras, de los que no.
Según un estudio reciente, el perfil del microbioma intestinal analizado a través de una muestra fecal podría usarse en el futuro para diagnosticar de forma no invasiva el cáncer de páncreas.
Microbioma intestinal: una marca individual
La composición del microbioma intestinal es altamente individual. Por eso, analizar su composición permitiría personalizar los tratamientos de acuerdo con las bacterias que “sobran” o “faltan”. Esto es precisamente lo que realiza la empresa Microgenesis para ayudar a las mujeres que quieren tener hijos.
Según Gabriela Gutiérrez (científica argentina fundadora de Microgenesis), el diagnóstico del desbalance del microbioma intestinal y vaginal, junto a la provisión de suplementos con probióticos, puede aumentar significativamente la probabilidad de quedar embarazada. En ese caso, una alteración del microbioma estaría en la base de la infertilidad y podría repararla la restauración del equilibrio entre las bacterias.
Conexión intestino-cerebro
El microbioma intestinal también influye en estados anímicos como ansiedad y depresión. También, en los procesos cognitivos. Según un estudio publicado recientemente en JAMA Neurology los adultos tienen una performance en tests cognitivos que se asocia con cierto perfil del microbioma. Esto podría ser aplicado en el futuro para suplementar con determinadas bacterias, conocidas como “probióticos”. Por ejemplo, a los ancianos que tienen una alteración en el microbioma y de esa manera, contrarrestar el deterioro cognitivo en la vejez.
El descubrimiento de una vía de comunicación o conexión entre el intestino y el cerebro está revolucionando la Medicina. Pero es preciso estudiar aún más los mecanismos por los que estos órganos se conectan, para bien, o para mal.
Algunos han propuesto la teoría del “leaky gut” (intestino permeable) para explicar cómo en algunas personas las bacterias atraviesan las paredes intestinales, generan inflamación y terminan afectando distintos órganos.
Otros apuntan a una vía neurohormonal que conecta -en ambos sentidos- al intestino con el sistema nervioso central y autónomo, y con los centros que controlan la producción de ciertas hormonas (hipotálamo, hipófisis, glándulas adrenales).
¿Microbioma o microbiota? El término microbioma se refiere al número total de microorganismos y su material genético y se usa en contraposición al término microbiota, que es la población microbiana presente en los diferentes ecosistemas del cuerpo. (*Intramed)
Como sea, cada vez más especialistas están convencidos de que el estrés mental puede generar un trastorno digestivo. Del mismo modo que un desequilibrio intestinal puede provocar ansiedad.
Se ha observado, también, que ciertos antidepresivos logran mejorar la función digestiva en pacientes con trastornos inflamatorios intestinales. Y algunos probióticos empiezan a ser llamados “psicobióticos” por su doble efecto, sobre el microbioma intestinal y sobre el cerebro y la mente.
La influencia de la actividad física
El ejercicio físico también influye en la composición y diversidad del microbioma y, por lo tanto, en la conexión cerebro-intestino, según varios estudios. La mediación del microbioma explicaría, aunque sea parcialmente, el impacto de la actividad física en el bienestar físico y mental.
“Los microbios intestinales son capaces de fabricar la mayoría de los neurotransmisores que se encuentran en el cerebro humano”, señalaron los neurocientíficos irlandeses Timothy Dinan y John Cryan, de la Universidad de Cork. “El síndrome de intestino irritable es el prototipo del desorden de la conexión entre el microbioma y el cerebro que podría responder bien a un tratamiento con probióticos”.
Además de los probióticos como tratamiento para enfermedades intestinales e inmunológicas, se está experimentando con trasplantes fecales para mejorar el microbioma intestinal de ciertos pacientes. Si bien los resultados no han sido todavía concluyentes, la posibilidad de trasplantar microbiomas sanos y contribuir a curar enfermedades crónicas está más cerca que nunca. De hecho, un ensayo clínico preliminar de trasplante fecal realizado por el Boston Children Hospital permitió ya aliviar la alergia al maní de un grupo de adultos jóvenes.
Por último, se ha encontrado una asociación entre un microbioma poco diverso y el COVID-19 severo. Científicos ya están diseñando terapias para modificar el microbioma con la esperanza de tratar los síntomas que presentan durante meses quienes sufren de “long-COVID” o COVID prolongado.
El futuro y las investigaciones científicas dirán si una receta de bacterias –en lugar de fármacos- solucionará algunas de las enfermedades más prevalentes e intratables de la actualidad.
Por Alejandra Folgarait @alefolgarait
REDACCIÓN PENSAR SALUD
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