20 mayo, 2021
Se han probado decenas de tratamientos contra el COVID-19 y pocos demostraron eficacia.
Con la llegada de la segunda ola, también llegaron las vacunas. Pero, para los 163 millones de infectados con el virus la urgencia es acceder a un tratamiento de cura.
Detener la enfermedad antes de que genere complicaciones o lleven a la internación o a la muerte, es crucial.
Qué hay de nuevo después del 2020
Un viejo corticoide, dexametasona, es la herramienta más importante con que cuentan los especialistas en terapia intensiva. Es efectiva para tratar los casos graves de COVID-19, según la última actualización terapéutica de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de los Estados Unidos.
Este corticoesteroide es muy útil para combatir la inflamación, pero no debe suministrarse antes de tiempo porque puede empeorar el curso de la enfermedad. Los antibióticos, vale la pena insistir, no están indicados contra el COVID-19 porque la causa de la neumonía que genera es viral, no bacteriana.
El suero equino hiperinmune se puede usar en pacientes que no requieran terapia intensiva. Fue desarrollado en Argentina y autorizado por ANMAT. Disminuye la duración de la internación en pacientes moderados y severos.
De acuerdo con los expertos de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI), no se aconseja utilizarlo en pacientes graves con asistencia respiratoria mecánica. Tampoco está aconsejado para pacientes leves ambulatorios ni que hayan recibido antes plasma.
Por otra parte, el plasma de pacientes convalecientes no parece ser efectivo.
Varios estudios en el mundo demostraron que no favorece la supervivencia, salvo que se suministre un concentrado de anticuerpos a pacientes añosos en los primeros tres días de haberse infectado.
Los especialistas coinciden en que no hay razón para usar plasma para tratar pacientes hoy. De hecho, el más reciente ensayo a gran escala, el RECOVERY , confirmó que el plasma no mejora ningún parámetro clínico en personas internadas.
Anticuerpos de laboratorio
La mayoría de los científicos apuntan hoy a usar anticuerpos monoclonales: fármacos biológicos que tienen la capacidad de desarrollar respuestas defensivas muy específicas contra el coronavirus. Algo así como si fueran balas disparadas contra objetivos dibujados en círculos.
“Los nuevos anticuerpos monoclonales (MAB) son antivirales y, para que tengan efecto, deben ser aplicados tempranamente, cuando el virus se está replicando activamente en el organismo”, explica el virólogo Juan Pablo Jaworski. “Por eso hay que administrarlos en la primera etapa del COVID-19, antes de que se desarrolle la tormenta de citoquinas”, apunta el investigador del Conicet.
Los especialistas aseguran que si los anticuerpos se inyectan en los primeros 5 días de la infección, pueden evitar el agravamiento de la enfermedad y la internación en terapia intensiva. En este sentido, los MAB funcionan como un tratamiento temprano que podría prevenir complicaciones en adultos mayores con enfermedades crónicas o en personas inmunosuprimidas.
La combinación de anticuerpos casirivimab y imdevimab, desarrollado por el laboratorio Regeneron, precisamente logró evitar la progresión de la enfermedad en el ex presidente Donald Trump el año pasado.
Falta una aplicación mundial del tratamiento
Según confirmó un reciente estudio, el cóctel de anticuerpos de Regeneron es capaz de disminuir las hospitalizaciones en un 70% y la duración de la enfermedad en alrededor de 4 días. El cóctel, que está aprobado para tratar la enfermedad leve o moderada, parece funcionar bien incluso contra las variantes sudafricana y de Manaos del coronavirus.
También, la combinación de los anticuerpos monoclonales bamlanivimab y etesevimab fue autorizada en los Estados Unidos para evitar que pacientes progresen a una enfermedad seria.
Existen al menos otros cinco anticuerpos monoclonales que se están experimentando en distintos países para tratar a personas infectadas. Sólo los cócteles de los laboratorios Regeneron y los de Lilly han sido autorizados para ser administrados en hospitales de Estados Unidos. En la Argentina, todavía no está aprobado ninguno de ellos.
“Debido a su elevado costo y la dificultad para producirlos a gran escala, este tipo de terapia no podría ser aplicada masivamente al conjunto de la población”, reconoce Jarowski. “Sin embargo, ante una eventual exposición de una persona al SARS-CoV-2, los anticuerpos monoclonales podrían administrarse tempranamente en individuos mayores de 65 años con algún tipo de comorbilidad para prevenir el desarrollo de cuadros graves de COVID-19”.
Además, algunos anticuerpos monoclonales pueden durar entre 6 meses y un año, por lo que podrían ofrecer protección a personas inmunosuprimidas que no puedan recibir vacunas.
Otras posibilidades
Más allá de estos nuevos anticuerpos monoclonales desarrollados contra el coronavirus específicamente, existen otros. Se usan para ciertas enfermedades y podrían funcionar también contra el COVID-19.
El tocilizumab, un biofármaco utilizado para tratar la inflamación de la artritis, que ha mostrado algunos resultados exitosos en el ensayo clínico RECOVERY. Este anticuerpo monoclonal, que inhibe una de las moléculas involucradas en la “tormenta de citoquinas”, puede reducir el riesgo de un paciente de ser intubado y morir, por lo que podría ser autorizado para el uso en internados graves.
El baricitinib, un anticuerpo monoclonal en uso contra la artritis reumatoidea, también despierta esperanzas, pero todavía no ha demostrado bajar la mortalidad.
Remedios de la abuela
La necesidad de obtener tratamientos efectivos es tan grande que los médicos buscan usar viejas drogas con nuevos propósitos. Así surgió la idea de administrar los antiparasitarios ivermectina e hidroxicloroquina, el antidepresivo fluvoxamin o el antidiabético metformina para neutralizar la llamada “tormenta de citoquinas” que produce el COVID-19.
Lamentablemente, hasta ahora, no se obtuvieron resultados alentadores ninguna de estas viejas drogas. Sin embargo, todavía hay expectativas puestas en la colchicina, un viejo fármaco para los ataques de gota que se ensaya actualmente contra el COVID-19.
La colchicina no se recomienda hoy para pacientes hospitalizados. Según el estudio RECOVERY, no logra disminuir la mortalidad por COVID-19. “Pero la colchicina es un potente antiinflamatorio que podría convertirse en una herramienta terapéutica en el futuro, al igual que el ácido graso Omega3 (también conocido por la sigla EPA), que estamos ensayando en la Argentina en pacientes con infección reciente”, apunta el cardiólogo Pablo Corral, investigador de la Universidad FASTA, en Mar del Plata.
Los resultados del estudio COLCOVID con colchicina se publicarán próximamente, adelanta Corral.
Antivirales
Por su parte, el antiviral remdesivir fue autorizado para usar en Estados Unidos y Europa porque impide que el coronavirus se reproduzca. Pero, hasta el momento, su beneficio clínico parece limitado: disminuye la internación de 15 a 11 días en promedio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no considera que sea eficaz para tratar la enfermedad y por eso no autorizó el uso de remdesivir a nivel global. El propio laboratorio Gilead , que produce el remdesivir, suspendió recientemente los ensayos clínicos en pacientes ambulatorios.
El favipiravir y el molnupinavir son otros fármacos antivirales y se están probando en ensayos con pacientes internados. En Israel se está utilizando una molécula –conocida como EXO CD24– que parece disminuir la progresión de la enfermedad, mientras que en la Argentina se está experimentando con vitamina D en comprimidos y sprays nasales con carragenina.
Lo que se sabe que no: el dióxido de cloro y las sales de plata sirven como tóxicos
Para probar que los nuevos fármacos funcionan, o que su beneficio es mayor al riesgo de efectos adversos se requieren estudios clínicos bien diseñados. En este sentido, es importante subrayar que ni el dióxido de cloro ni las sales de plata sirven más que como tóxicos.
La OMS también descartó el uso:
- del antiviral lopinavir y ritonavir,
- de la cloroquina e hidroxicoloroquina, y de la,
- la azitromicina y la doxiciclina.
La lista de fármacos que no mostraron eficacia es larga. Los médicos siguen probando nuevas drogas con efecto antiviral o que permitan controlar aspectos de la enfermedad como la formación de coágulos (trombos) o la inflamación. Para tratar los síntomas más comunes del COVID-19, como la fiebre y los dolores musculares, los médicos suelen recomendar paracetamol y una alta ingesta de líquidos.
El ibuprofeno también puede utilizarse en algunos casos, así como la aspirina y ciertos anticoagulantes en bajas dosis, pero la indicación siempre debe estar controlada por un médico.
REDACCIÓN PENSAR SALUD
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