11 agosto, 2023
En el 2024 se cumplirán 70 años de la conocida “ley Sarmiento” (14.346, de 1954), que sancionó el maltrato animal en Argentina. Luego de tanto tiempo, la ética animal y las perspectivas animalistas torcieron la idea de que los animales son cosas, como aún lo estipula el artículo 227 del Código Civil. Desde estos paradigmas se exige que el respeto por los animales se refleje en una nueva normativa. En algunos casos, incluso se reclama encuadrar a los animales como seres vivos no humanos, sintientes y con derechos. Este proceso se ha logrado con fallos de la Justicia que fueron sentando jurisprudencia. La presión para lograr evitar el maltrato animal en experimentos científicos, testeos para productos como los cosméticos, de higiene personal, insecticidas, o investigación biomédica, se ha tornado urgente.
Sin legislación específica en Argentina
El primer hito fue la orangutana Sandra en 2014. Y le siguieron otros animales pertenecientes a zoológicos. Pero, ¿qué ocurre en Argentina con ratones, jerbos, perros, conejos y otras especies que se utilizan en experimentos científicos o para el testeo de productos de higiene o cosméticos?
En 2013, la Unión Europea prohibió la experimentación animal con fines cosméticos. Varios países se sumaron desde entonces como Colombia, México y varios estados de Brasil en América latina. Pero en Argentina no hay una normativa específica.
La mencionada ley 14.346 prohíbe actos que impliquen malos tratos o crueldad en animales, como la mutilación y la experimentación “más allá de lo indispensable”, frase que queda al criterio de la industria.
Algunos proyectos de ley intentaron avanzar en esta prohibición, sin éxito. En 2017 se presentó la iniciativa de ley “que dispone promover el desarrollo de métodos alternativos de investigación que reemplacen el uso de animales no humanos en laboratorios”. Pero fue archivada en 2019.
En el desarrollo de algunos productos cosméticos, se testea en animales potenciales efectos adversos como irritación de la piel o de los ojos. El criterio es que si el producto genera estos problemas en los animales, puede ocurrir lo mismo en las personas. Las organizaciones animalistas aseguran que no existe garantía de que los resultados puedan extrapolarse. Pero, además, plantean que existen otras formas de testear los productos.
Distinguir productos “cruelty free”
Muchas marcas de cosméticos y belleza están avanzando en la certificación de sus productos como “libre de crueldad animal” o “cruelty free”. Un logo de referencia suele aparecer en los envases. Pero hay que saber distinguir cuál es el “oficial”.
Este isologo es otorgado por Cruelty Free International, una organización que se encarga de certificar toda la cadena de producción. Existen otros logos similares, pero no son garantía de que en alguna parte del proceso haya involucrado testeos en animales.
“La certificación de Cruelty Free International requiere que la marca muestre total transparencia en toda la cadena de suministros y que cumpla con lo que promete. Debe ir más allá del producto final y asegurarse de que se evalúen los ingredientes con auditorías también en el futuro”, señaló Michelle Thew, presidenta de la organización en una visita a Argentina para anunciar la certificación de la firma Garnier Argentina en marzo de 2023.
Una aclaración: el sello “Cruelty Free” no significa que sean productos veganos: . Para cumplir con este objetivo, los ingredientes deben ser todos de origen vegetal. Algunas marcas todavía utilizan sustancias como la cera de abeja o algunas grasas animales.
Insecticidas y la prueba DL50
Otro sector en el que se utilizan animales para experimentar es en el desarrollo de plaguicidas de uso domiciliario. Una de las técnicas más empleadas es la prueba DL50 para medir la toxicidad aguda. Consiste en la administración forzada mediante ingesta, inhalación o vías parenterales (intravenosa, intramuscular o subcutánea) de distintas cantidades de una sustancia.
El procedimiento se detiene cuando se encuentra la dosis que mata al 50% de los animales (DL50, hace referencia a dosis letal 50%). La otra mitad se sacrifica para analizarla. En el proceso los animales padecen de dolores agudos, convulsiones, diarrea, hemorragias y vómitos.
En la actualidad esta técnica es cuestionada, pero en Argentina figura en las guías para aprobar nuevos productos, como la resolución 8224/2016 del Ministerio de Salud de la Nación.
Las 3R para limitar el uso de animales de laboratorio
En investigación biomédica el uso de animales de laboratorio es, casi siempre, irreemplazable. Gracias a estos experimentos se han desarrollado fármacos que han salvado la vida de millones de personas.
No obstante, el sistema científico ha tomado nota de la preocupación que existen en las personas sobre este tema. Por ejemplo, a la hora de publicar en revistas como Science o Nature se exige que el estudio cumpla con criterios de ética animal.
Es por ello que las instituciones científicas argentinas cuentan con un Comité Institucional para el Cuidado y Uso de Animales de Laboratorio (CICUAL) para asegurar que las actividades que impliquen el uso de animales con propósitos de investigación o enseñanza se desarrollen en forma humanitaria y en el marco de las normas internacionales de ética.
Además, desde hace años se está aplicando el principio de las 3R: Reemplazo, Reducción y Refinamiento. ¿Qué significa?
Reemplazo
Refiere al reemplazo de animales por otros métodos.
Reducción
Propone la reducción a la cantidad mínima de animales en el experimento para garantizar una ciencia de calidad.
Refinamiento
Postula el refinamiento para el cuidado de los animales en los bioterios y durante los experimentos.
¿Hay métodos alternativos?
Entre los métodos alternativos a la experimentación con animales se recomienda usar:
- Modelos computacionales.
- Bacterias, hongos, protozoos, algas, plantas o invertebrados.
- Embriones de peces, anfibios, reptiles, pájaros, y mamíferos.
- Cultivos in vitro de tejidos y órganos.
- Directamente pasar de los estudios in vitro a ensayos en humanos, siguiendo los protocolos de consentimiento informado.
Por Lucas Viano @LucasViano
REDACCIÓN PENSAR SALUD
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