14 septiembre, 2021
Las enfermedades no transmisibles causan cada año 41 millones de muertes en el mundo. Este número es contundente y representa el 71% de los fallecimientos. En la Argentina causan más de 260 mil muertes cada año.
A diferencia de las enfermedades infecciosas, las enfermedades no transmisibles no se diseminan a través de ningún virus o bacteria. Son enfermedades como la diabetes (tipo 2), las cardiovasculares, el cáncer, las afecciones respiratorias y se disparan por factores de riesgo como sedentarismo, alimentación baja en nutrientes y alta en grasas, azúcares y sodio, consumo de tabaco. Hipertensión arterial, sobrepeso y obesidad, son las primeras alarmas.
Estas enfermedades están muy ligadas a la manera en que encaramos nuestra vida.
Enfermedades no transmisibles: escalaron con la pandemia
A nivel global, 15 millones de personas de 30 y 69 años fallecen cada año a causa de enfermedades no transmisibles. Más del 85% de estas muertes prematuras ocurren en países de ingresos bajos y medianos.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) indica que en la Región de las Américas (norte, central y sur) mueren 2,2 millones de personas por alguna de estas enfermedades antes de cumplir 70 años.
Este año, del 6 al 12 de septiembre se realizó la Semana Mundial de Acción contra las Enfermedades No Transmisibles para insistir en su prevención.
“Que se trate de muertes lentas no quiere decir que no sean una pandemia -dijo Mónica Katz, ex presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición-. El Covid-19 es una pandemia de muertes agudas que ha generado alrededor de 3 millones de decesos durante 2020 pero las enfermedades no transmisibles causan más de diez veces más. En el mundo, el 42% de la población tiene menos de 25 años. Y aumentan chicos de 8 o 10 años con patologías que antes eran solo de los adultos: diabetes, obesidad, apneas del sueño, esteatosis hepática (hígado graso). Y sucede por el estilo de vida poco saludable. Sino median cambios, esta será la primera generación que viva menos que sus padres y abuelos. Hay que actuar ya”.
Alvaro Ruiz, epidemiólogo clínico de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia, agregó que la mitad de las muertes por enfermedades cardiovasculares del mundo ocurren en nuestra región. “Son enfermedades prevenibles, pero no se están previniendo -alertó-. La pandemia las empeoró».
Según Ruiz, en la primera ola del Covid-19 las personas disminuyeron su la actividad física. Hubo aumento de peso, de consumo de alcohol, cigarrillo y de alimentos no saludables y calorías. También, asistieron con menos frecuencia a controles médicos y muchos no buscaron sus medicamentos para no salir. En la segunda ola del virus, según analiza el médico, aumentaron los infartos y los ACV porque se descontrolaron los factores de riesgo en la primera ola.
Años y penas en América Latina
Javier Cabrera, Presidente de la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría, explicó que en la mayoría de los países de Latinoamérica más del 80% de los mayores de 60 años presentan una o más de una enfermedad no trasmisible.
El análisis alcanza a una proyección que preocupa: el número de personas de más de 60 no deja de aumentar y será más acelerado en las próximas décadas. El envejecimiento de la población seguirá repercutiendo sobre mercados financieros, de vivienda, de salud, de comunicaciones, las estructuras familiares, los vínculos intergeneracionales, analizó Cabrera.
Además, destacó que las enfermedades no transmisibles dependen en gran medida de los entornos en que las personas han vivido a lo largo de su vida, y que eso influye mucho en la capacidad de tomar decisiones saludables, algo que es más complicado a medida que bajan los ingresos.
“El envejecimiento saludable va ligado a la desigualdad social y económica, que es tan prevalente en nuestra región”, afirmó el gerontólogo colombiano.
Roberto Sunkel, médico psiquiatra especializado en Psicogerontología del Instituto Nacional de Geriatría de Chile, dijo que la depresión en las personas mayores puede cursar de manera enmascarada, sin la sintomatología característica sino a través del dolor físico crónico.
Según explicó, los episodios depresivos disminuyen el umbral de dolor y pueden descompensar un cuadro físico. Hay depresión asociada a la diabetes, a los ACV, a la enfermedad coronaria, al cáncer. Las personas mayores, alertó que, por otra parte, enfrentan un riesgo mayor frente al suicidio.
Sunkel enfatizó que se hace necesaria una mejor formación en salud mental de las especialidades médicas para detectar patologías psiquiátricas. Según el médico, sería auspicioso que se integren los equipos de salud mental a la atención de enfermedades aparentemente ‘físicas’.
Por su parte, Ubier Gómez, vicepresidente de la Asociación Colombiana de Toxicología, señaló que tanto la depresión como la ansiedad crecieron durante la pandemia. Fue una consecuencia del aislamiento que influyó en el agravamiento de los cuadros preexistentes.
“Son condiciones médicas muy relacionadas con el estrés, pero también con la falta de ejercicio físico y con la mala alimentación -aseguró Gómez-. En los adultos hay que estar atentos a signos como dolores de cabeza, insomnio, pérdida de energía, trastornos gastrointestinales, mareos e irritabilidad, mientras que en los adolescentes pueden aparecer cambios en sus conductas, desinterés por cosas que antes les gustaban, tristeza, encierro, dormir mucho o muy poco, ver mucha televisión, irritabilidad, agresividad y dejar de comunicarse con amigos.”
Clave saludable: alimentación, ejercicio, estado de ánimo
Para Mónica Katz es importante que en cada familia exista un “arquero nutricional”. Un adulto que sea responsable de la compra de alimentos y aprenda a elegir lo mejor. “El tipo de alimentos y el tamaño de las porciones deben cuidarse desde la primera infancia”, recomendó.
Según Katz los medios de comunicación también tienen para aportar: “Con un simple graf que pregunte por televisión ‘¿cuántos pasos caminaste hoy?’, se motivaría a que la gente camine más.
El sedentarismo es uno de los problemas graves que impactan en las enfermedades no trasmisibles. Vivimos en entornos que no facilitan la práctica de deportes o actividad física con fin recreativo. «De las frutas y verduras, imprescindibles para llevar una dieta sana, el 37% de su precio son impuestos. Esto no ayuda a elegir mejor los alimentos. Los que nos gobiernan tienen que ayudar con políticas públicas, no dejarnos solos”, argumentó Katz.
En la misma línea, Alvaro Ruiz indicó que una de las barreras que dificultan tomar conciencia del impacto de las enfermedades no trasmisibles es una suerte de “pensamiento mágico” que lleva a creer que estos problemas se previenen a través determinado suplemento dietario, en vez de considerar un abordaje integral que englobe actividad física, comida saludable, dejar de fumar o de consumir alcohol en exceso. También hay gente empieza a tomar medicación (para la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto) y cree que ya no hace falta cuidarse con las comidas o hacer ejercicio…”
“Las redes sociales podrían ser un apoyo enorme para prevenir estas enfermedades y no lo son -se lamentó el médico-. La influencia en salud suele ser negativa, la mala información estalla en las redes y hay poco intento médico educativo con consejos saludables basados en evidencia científica”.
Ruiz recomendó hacer 150 minutos de ejercicio por semana. “Caminar rápido o andar en bicicleta salva vidas -aseguró-. Y los Estados deberían acompañar con estrategias que eviten el consumo de cigarrillo, con disposiciones de etiquetado para elegir mejor los alimentos y leyes para evitar el consumo excesivo de bebidas azucaradas. Todos quisiéramos predecir el futuro, pero el futuro se construye. Y eso es lo que tenemos que hacer”.
Por Gabriela Navarra @gabinavarra
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