13 septiembre, 2022
Los alimentos ultraprocesados ofrecen sensaciones de confort y calma. Golosinas, facturas y postres helados funcionan como puertas de entrada a otros alimentos no saludables en la adolescencia.
Un estudio presentado esta semana en el congreso de la Sociedad Norteamericana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés) arrojó resultados a tener en cuenta. La culpa no es sólo de los adolescentes o el mercado. Los padres son responsables con relación a lo que transmiten a sus hijos durante la infancia. Las pautas para alimentarse a través de indicaciones verbales y el ejemplo de cómo se alimentan ellos mismos influyen en los patrones de alimentación.
Alimentos ultraprocesados
En el estado de Florida de EEUU se aplicó un cuestionarios a 315 estudiantes secundarios. El objetivo, obtener resultados sobre el consumo de alimentos ultraprocesados. De galletitas, a chocolates, snacks, facturas, bebidas energéticas, gaseosas, hasta hamburguesas. María Balhara encontró que algunos alimentos ultraprocesados actuaban como disparadores del consumo de otros alimentos ultraprocesados. Como si fueran “drogas de iniciación”.
Un aumento en el consumo de helados se asoció con un 11 % de incremento en la ingesta de otras comidas industrializadas. El incremento de la ingesta de golosinas se asoció con un 31% más de consumo de otros alimentos ultraprocesados.
“La comida ultraprocesada está diseñada para tener sabor agradable y ser lo más adictiva posible. Para ser barata y fácil de consumir”, señaló María Balhara, la investigadora que sólo tiene 16 años y estudia en el Broward College. “La buena noticia es que cambios pequeños en la alimentación, como reducir la ingesta de los´alimentos ultraprocesados de entrada´, podría reducir el consumo de alimentos no saludables y tener un impacto en la salud”, agregó. El estudio preliminar fue respaldado por reconocidos cardiólogos durante el Congreso de la AHA.
Adolescentes y alimentación emocional
No toda la comida chatarra o reconfortante que consumen los jóvenes es su responsabilidad. Los adolescentes arrastran los hábitos de “alimentación emocional” desde la infancia. Así lo mostró un estudio belga publicado en el Journal of Nutrition Education and Behavior.
Enfrentar emociones estresantes mediante la ingesta de comida es una estrategia evolutiva para acumular energía. Pero se convirtió en una mala adaptación en sociedades donde hay enorme disponibilidad de alimentos con alto contenido de hidratos de carbono. Esta forma de reaccionar al estrés puede conducir a problemas metabólicos u obesidad.
Niños y adolescentes suelen desarrollar estrategias de “alimentación emocional” frente a sentimientos positivos o negativos. Las raíces de este comportamiento se hunden en la infancia. Los adolescentes que recurren a “alimentos calmantes” aprendieron a hacerlo al ver comer a sus padres de chicos y al ser objeto de prácticas alimentarias de recompensa o restricción con la comida.
Adolescentes, emociones y comida
Las prácticas alimentarias de los padres, los límites que ponen a lo que comen los chicos tanto en cantidad como en calidad y tiempo, se asocian tanto con la regulación de las emociones de los adolescentes como con sus hábitos de alimentación durante las situaciones de estrés. Así lo señaló Joanna Klosowska, investigadora del Departamento de Salud Pública y Atención Primaria de la Universidad de Ghent, en Bélgica.
“En nuestro estudio encontramos que la restricción parental es dañina para la alimentación emocional de los adolescentes”, explica Kosowska. Las prácticas de control de los padres incluyen no solo la restricción de comida sino también presionar a los chicos para que coman determinados alimentos. Dar comida como premio o usar la comida para regular los estados emocionales del chico no es una práctica recomendable.
Según los investigadores belgas, en la alimentación emocional también influye cómo se alimentaron los propios padres durante el crecimiento de sus hijos. “Observamos que la alimentación restringida de los padres (en el sentido de limitar la comida con el objetivo de una dieta) se asoció con menos alimentación emocional en los niños”, agrega la especialista en Tecnología de los Alimentos y Nutrición Humana. “Pero hay que aclarar que, en nuestro grupo de estudio, las dietas de los padres no eran realmente extremas, y estaban fuertemente relacionadas con dar ejemplos saludables y crear un entorno saludable para los hijos”.
Comida chatarra: ni premio ni castigo
Darles autonomía a los chicos para participar en la preparación de su propia comida tiene un efecto benéfico cuando los chicos llegan a la adolescencia. La autonomía se asocia con una mayor capacidad de regular los niveles de ingesta de alimentos emocionales. Sin embargo, advierte Kosowska, “hay que aclarar que darle autonomía a los hijos no es lo mismo que dejar que hagan lo que quieran y no involucrarse en sus comportamientos. La falta de estructura puede tener una influencia negativa en el comportamiento adolescente”.
En cuanto al uso de comida como premio, la investigadora apunta que, en general, esta práctica puede perturbar la regulación natural de las sensaciones de hambre y saciedad.
Comer en la adolescencia no es sólo alimentarse sino también manejar las emociones y el estrés de forma adecuada o no. Los padres pueden ayudar a sus hijos desde la infancia a construir un comportamiento saludable a la hora de regular sus sentimientos y la comida, contribuyendo a prevenir el sobrepeso y la obesidad.
PENSAR SALUD
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