14 abril, 2020
La epidemia de dengue llegó a picos inusuales este año en la Argentina. Si bien tradicionalmente se asociaban los brotes de esta enfermedad con las lluvias veraniegas, en 2020 la situación parece haber sido muy diferente. Los casos de dengue se combinan hoy, paradójicamente, con una sequía que dejó casi sin agua a las Cataratas del Iguazú. ¿Cómo se explica este fenómeno? ¿Qué impacto puede tener en la salud?
En 2019 se produjo una explosión en la cantidad de casos de dengue en todo el mundo. En el continente americano, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se identificaron el año pasado más de 3 millones de casos y se reportaron más de 1500 muertes. Hoy, en la Argentina, el virus del dengue ha generado una epidemia de proporciones similares a la del nuevo coronavirus (en cuanto a casos, no a muertos). Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, el número de casos notificados en esta temporada de dengue es cuatro veces superior al de la temporada previa. En la Ciudad de Buenos Aires, hasta fines de marzo se habían notificado casi 5.500 casos de dengue, de los cuales se han confirmado ya 3.173, según el Boletín Epidemiológico del 10 de abril pasado.
El mosquito se adapta a zonas urbanas
Aunque el mosquito que transmite el dengue prolifera generalmente en lugares cercanos a viviendas donde hay agua estancada -por eso se recomienda vaciar los floreros, tachos, bebederos y neumáticos de cada casa- , investigadores argentinos advirtieron que el Aedes aegypti se va adaptando progresivamente a los cambios de las condiciones ambientales, ya sean de humedad, altura o temperatura. De ahí que el mosquito –y las enfermedades que transmite- se haya extendido desde las tradicionales áreas selváticas tropicales a las templadas urbanas.
Si bien los casos de dengue aumentan generalmente con las lluvias y el calor del verano, hoy la enfermedad convive con el inusual espectáculo de las Cataratas del Iguazú sin agua. En muchos lugares de la provincia de Misiones, donde se han reportado alrededor de 2.500 casos esta temporada, hay una notable sequía. ¿Cómo es posible?
Por qué la sequía no detiene al dengue
Según el meteorólogo Mauricio Saldivar, en la mayor parte del noreste argentino llovió entre 50 y 90% menos que lo habitual durante los últimos 90 días. Sin embargo, destaca el director operativo del Sistema de Alerta de Tormentas de CABA, el suelo retuvo humedad de precipitaciones anteriores y persisten charcos en el noreste, lo que podría explicar que continúen produciéndose casos de dengue.
Por su parte, la bióloga y ecóloga Irene Wais apunta que “la sequía y la falta de agua por la retención de las represas río arriba generaron la bajante en el río Paraná y en el río Iguazú”. Más abajo, cuando el Paraná llega a la llanura, la bajante hizo que quedaran a la vista las lagunas isleñas en el cauce del río. “En estas lagunas, conectadas subterráneamente con el río, el agua se estanca cuando baja mucho el nivel del río”, explica Wais. El agua estancada, recuerda la profesora de la UBA, es un lugar propicio para que las hembras de mosquito depositen sus larvas.
Hay que considerar, también, que durante la época de sequía, los pobladores de zonas carenciadas suelen juntar agua cuando ocasionalmente llueve o la obtienen de pozos comunes y la guardan en recipientes caseros. Si no se tapan correctamente, estos cacharros pueden resultar lugares privilegiados para la crianza del mosquito que transmite el dengue.
Cambio climático
Los fenómenos extremos (como las sequías, las lluvias torrenciales y las inundaciones) son característicos del cambio climático. Según advierten los expertos, el cambio climático está aumentando no sólo como producto de la actividad industrial y el uso de combustibles fósiles, sino también como consecuencia de la deforestación, un fenómeno que impacta en el ciclo del agua en la naturaleza, en el aumento de la temperatura global y en el desplazamiento de especies.
Cuando los ríos se secan, quedan “parches” de agua muy buscados por aves, que luego pueden desplazarse y transmitir enfermedades, como la gripe. Cuando hay inundaciones o lluvias torrenciales, proliferan ratas y otros animales que pueden diseminar el hantavirus, la leptospirosis y otras patologías.
Agua en época de epidemias
El agua es esencial para la vida humana: cada persona necesita por día entre 20 y 50 litros para beber e higienizarse. En épocas de epidemias, el agua es un recurso esencial para lavarse las manos con jabón y, también, para hidratarse cuando se padece fiebre.
Pero así como el agua resulta “salvadora”, también puede enfermar si está contaminada. Según las OMS, las enfermedades infecciosas transmitidas por el agua causan alrededor de 3 millones de muertes al año en el mundo. Todavía más de mil millones de personas no tienen acceso al agua potable y 2.300 millones no tienen cloacas, lo que pone en riesgo el líquido que beben y el alimento que consumen. De ahí que se recomiende hervir el agua disponible durante cinco minutos o agregar dos gotas de lavandina por litro para potabilizarla.
Como sea, los científicos advierten que las modificaciones de los sistemas acuáticos y las variaciones en el clima tendrán consecuencias a corto y largo plazo sobre las enfermedades transmitidas por mosquitos. La salud humana también depende del ambiente.
PENSAR SALUD
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