14 marzo, 2023
En varios estudios con personas con epilepsia se observó que una sonata de Mozart modifica el estado epiléptico. Las convulsiones se reducen significativamente luego de un tiempo bajo el efecto de una pieza musical, la sonata KV448 en D mayor. ¿Es posible? ¿Qué hay de cierto sobre el «efecto Mozart» y la epilepsia?
Aún mucho por explicar sobre epilepsia
La epilepsia es un trastorno cerebral que afecta a la transmisión de impulsos eléctricos entre células nerviosas y desencadena convulsiones. Aunque afecta a 50 millones de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, esta enfermedad ha estado desde siempre rodeada de estigma y misterio, quizás debido al descontrol que produce, los movimientos involuntarios, la pérdida momentánea de la conciencia, los cambios en el comportamiento, y la asociación con alucinaciones y delirios.
La aparición de las convulsiones es más frecuente entre los 5 y los 20 años y, también, después de los 60 años. Pero lo cierto es que la epilepsia puede manifestarse en cualquier momento de la vida.
Asociadas con los accidentes cerebrovasculares (ACV), los traumatismos en la cabeza, las infecciones del sistema nervioso y ciertas malformaciones genéticas, hay epilepsias de distinto tipo. Algunas involucran una parte del cerebro y generan un tipo de trastorno focal -por ejemplo, dificultades para pronunciar palabras debido a una alteración en el lóbulo temporal. Otras son generalizadas y producen los movimientos ampulosos y las caídas tan conocidas de la epilepsia. Finalmente, hay epilepsias que producen decenas de convulsiones cada día e impiden el normal desarrollo de los niños o el trabajo en los adultos, además de provocar déficits cognitivos y una muerte prematura.
Más del 70% de los pacientes que viven en países de bajos y medianos ingresos no recibe un diagnóstico correcto o un tratamiento farmacológico adecuado, y un número significativo no logra manejar las convulsiones ni aún tomando los fármacos de última generación. A estos pacientes se los conoce como “resistentes” o “refractarios” al tratamiento.
Tratamientos novedosos
Se estima que un 70% de las epilepsias se pueden controlar con una combinación de fármacos, pero el resto sigue desafiando los tratamientos actuales. De ahí que se busquen continuamente nuevos tratamientos para la epilepsia, especialmente para las formas más severas y los pacientes más resistentes a los fármacos.
Entre los tratamientos más novedosos figuran las cirugías cerebrales que remueven los focos hiper excitables en la corteza cerebral; la estimulación de zonas profundas del cerebro mediante electrodos (implantados generalmente en el núcleo anterior del tálamo); y, también, la administración de fórmulas (aceites y jarabes) elaboradas a partir de la planta de cannabis, que reducen las convulsiones en ciertas formas severas de la epilepsia, como el síndrome de Dravet y el de Lennox-Gastaut (LGS).
Sin embargo, los fármacos anticonvulsivantes y las cirugías suelen tener muchos efectos adversos y no son bien tolerados por ciertos pacientes. Además, muchos pacientes epilépticos también sufren de ansiedad, depresión y sobrepeso. En busca de ofrecerles ayuda, últimamente también se recurre a la dieta ketogénica, basada en grasas, y a la musicoterapia.
Ondas alteradas
El cerebro sincroniza impulsos eléctricos al realizar distintas actividades, desde dormir hasta recordar. Genera naturalmente oscilaciones u ondas de diverso tipo (alfa, beta, theta, gamma) que pueden observarse y medirse mediante electroencefalogramas. En la epilepsia, estas ondas pueden cambiar y sincronizarse en estallidos de ondas anormales. Especialmente de ondas tipo gamma, que pasan en segundos de 35 Hz a 150 y hasta 500 Hz, y que se manifiestan como convulsiones.
Por su parte, la música también tiene la capacidad de sincronizar ondas rítmicas. Quizás por eso ciertos tonos pueden disparar crisis epilépticas –se han reportado casos de epilepsia musicogénica disparadas por escuchar la Marsellesa y también composiciones de Wagner y The Beatles. En cambio, otros sonidos pueden frenarlas.
No sólo los sonidos audibles pueden desencadenar o eliminar ondas cerebrales anormales. También el tacto, ciertos patrones luminosos y hasta el cepillarse los dientes pueden tener efectos epileptógenos.
“Las ondas de sonido, además, pueden presentarse en frecuencias inaudibles para el oído humano (menos de 20 Hz o más de 20.000 Hz) y tener efectos igualmente en la corteza cerebral”, advierte la neuróloga Melissa Jane Maguire, del Hospital de Leeds, en Gran Bretaña. “Por eso es preciso estudiar más ampliamente cómo influye el sonido en la epilepsia y averiguar si puede utilizarse la música en forma preventiva para evitar crisis”.
Efecto Mozart
En varios estudios con personas con epilepsia se ha observado que la sonata KV448 en D mayor de Mozart produce efectos positivos. En cambio, la sinfonía 94 de Haydn aumenta la excitación nerviosa y las convulsiones.
Según investigaciones realizadas en las últimas dos décadas, escuchar la sonata KV448 para dos pianos tiene efecto calmante sobre la transmisión eléctrica en la corteza cerebral: reduce las ondas alfa y theta en la zona central del cerebro en pacientes con epilepsia. En cambio, ni la música pop ni “Para Elisa”, de Beethoven, parecen tener ningún efecto sobre los impulsos eléctricos del cerebro.
En 2020, un pequeño experimento canadiense liderado por Marjan Rafiee expuso diariamente a pacientes con epilepsia a escuchar los primeros seis minutos de la sonata de Mozart KV488. Los investigadores de Ontario descubrieron que las convulsiones se reducían significativamente después de 3 a 6 meses. Aunque aún no saben por qué esta sonata -y no otras de Mozart- tiene un efecto benéfico, Rarjee y sus colegas creen que se trata del ritmo peculiar de esta pieza, que tiene una estructura poco predecible. Los sonidos poco predecibles y el ultrasonido de baja frecuencia parecen tener un efecto protector sobre la epilepsia, según escribió Maguire.
Un análisis reciente
Sin embargo, no todos los neurólogos apoyan esta teoría. Muchos especialistas creen que no hay razón para que la sonata de Mozart modifique el estado epiléptico. Y un reciente análisis de estudios publicado en Nature Science Reports concluye que el “efecto Mozart” no es más que el resultado de estudios científicos mal diseñados y peor interpretados. Según los psicólogos Sandra Oberleiter y Jakob Pietschnig, de la Universidad de Viena, no hay evidencia confiable del efecto benéfico de la música de Mozart en la epilepsia.
Más allá de la decepción científica que implica concluir que Mozart no mejora a los pacientes, siempre quedará disfrutar su sonata en los pianos de Martha Argerich y Daniel Barenboim.
Por Alejandra Folgarait @alefolgarait
REDACCIÓN PENSAR SALUD
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