31 mayo, 2022
Somos actores del sistema de salud y como tales nos centramos en prolongar el estado de salud de las personas. Como es lógico, esto es vertebral dentro de nuestro desempeño como organización. Sin embargo, a menudo el final de la vida de los pacientes también se encuentra entre los intersticios de nuestro amplio trabajo. Es una realidad que está, pero que intentamos evitar en muchos sentidos y de muchas maneras. Como individuos, como profesionales, como instituciones de salud.
Mientras tanto y con los años, Argentina se ha dado alguna normativa en torno a esta cuestión. Sobre los derechos de los pacientes y la muerte digna, sobre los cuidados paliativos y sobre lo que se denomina el “encarnizamiento terapéutico”.
“Se asiste a un constante proceso de medicalización, expropiación y asalto tecnológico de la muerte y la mortificación de la medicina al intentar explicar y controlar lo inexplicable e incontrolable de la muerte. La medicalización del morir se observa dramáticamente en el «encarnizamiento terapéutico», es decir, en la negación de la muerte como desenlace del proceso vital a través del establecimiento de medidas extraordinarias o desproporcionadas que prolongan la vida de forma artificial, penosa y gravosa. Médicos de unidades de terapia intensiva han considerado al encarnizamiento como una deformación de la medicina”, decía en 2012 el abogado especialista en bioética Ignacio Maglio, cuando se debatió en nuestro país la muerte digna.
Hablar de la muerte como proceso que integra el mismo proceso de la vida, e incluso como parte del proceso de curar, genera una resistencia en la comunidad médica y asistencial en general.
Tampoco es un tema en el que hasta ahora se había profundizado puertas adentro de la obra social que presido. Pero me permito pensar que quizá estemos hoy en situación de enfrentarlo: ¿es posible que el proceso de una buena muerte sea parte de nuestro trabajo como actores de la seguridad social?
El buen morir
Es muy real que tal como sostiene la Dra. Rocío Núñez Calonge (**), en demasiadas ocasiones “los enfermos ya no mueren en casa, rodeado de sus familiares, sino en los hospitales, donde fallecen rodeados de equipos médicos, y la mayoría de las veces, solos. Da la impresión de que las personas mueren en los hospitales porque los médicos han fracasado contra las enfermedades. En esta mentalidad, la muerte no es un acontecimiento humano y espiritual sino técnico.”
Durante el primer año de la pandemia de COVID-19 fuimos testigos de la desoladora experiencia que significa morir solo, para quien fallece y para su entorno afectivo. Los motivos (esencialmente, el riguroso y adecuado aislamiento) durante una pandemia son otros. La angustia de una muerte en soledad es la misma.
Como decíamos, aunque la Ley argentina contemple aspectos tales como la autonomía del paciente, los cuidados paliativos y el respeto por su voluntad sobre cómo se desarrollarán los acontecimientos antes, durante y luego de su muerte, es no menos cierto que en la práctica se respeta y se cumple muy poco. Como regla general, prima por sobre la opinión del paciente y de su familia, la opinión de los profesionales médicos tratantes, que puede llevar al extremo la obstinación terapéutica.
Ante la proximidad del hecho extraordinario de un nuevo nacimiento en una familia hoy la sociedad toma numerosas decisiones. Pero como contrapartida, muy pocas veces encuentra en nuestro país el espacio y la oportunidad de tomar decisiones acerca de la muerte.
La seguridad social puede involucrarse
En la Obra Social OSPAT creemos que es momento de acercarnos a los beneficiarios que llegan a la circunstancia médica de una próxima muerte inevitable, con una mirada ética que contemple la ausencia de sufrimiento y la preservación de su dignidad.
Consideramos que es momento de hacer foco en la garantía de aquello que la legislación prevé para que nuestra población a cargo pueda hacer uso de los instrumentos legales que accionan sus derechos relativos al buen morir.
Cuando se aborda la muerte como parte del mismo proceso de curar, el buen morir no toma por sorpresa al paciente y a su familia. Mediante un consentimiento informado ampliado el enfermo y su familia (en el caso de los pacientes no lúcidos, será la familia):
- Cuenta con información sobre el proceso de preparación para una muerte en paz.
- Si las condiciones socioambientales de su hogar son propicias, fallece en su casa y acompañado por sus seres queridos, de acuerdo con sus creencias y sentimientos (también existen ya en Argentina “Hospices” para quienes no tienen una vivienda adecuada).
- Recibe un tratamiento para morir sin dolor, evitando medidas invasivas.
- Cuenta con la posibilidad de una transición institucional con internación domiciliaria.
- Cuenta junto a su familia con un acompañamiento terapéutico.
- Obtiene tiempo y espacio para tomar decisiones legales. Decide sobre sus bienes o qué desea sobre lo que ocurra en los momentos inmediatos a su muerte.
- Puede elegir cómo y cuándo despedirse de sus afectos.
Nuestra pretensión desde la Obra Social OSPAT es trabajar con nuestras redes de salud para el buen morir de los pacientes terminales, en un Programa que capacite a los agentes y recursos humanos en salud, designe responsables médicos de cuidados paliativos por región geográfica, conforme equipos de trabajo, dé soporte a las redes para facilitar dispositivos de internación domiciliaria, apoyo psicológico, logística, asistencia en trabajo social y psicología desde el nivel central por telemedicina.
Nuestra iniciativa pretende hacer un aporte a la calidad de vida, en este caso, desde el cuidado de la salud en el último tramo vital.
En cuanto al gasto sanitario, lejos de ocasionarlo, el buen morir morigera y limita el esfuerzo terapéutico que pretende extender la vida en forma desproporcionada y sin objetivo, ocasionando también costos insensatos para el sistema de salud.
(**) Revista de bioética «Bioética Complutense», volumen 30, Junio 201 7 Segunda época, Reflexiones sobre la vejez, enfermedad y muerte en nuestros días
Por Carlos Felice
(*) Abogado. Especialista en Sistemas de Salud. Presidente de Obra Social del Personal de la Actividad del Turf (OSPAT) y Secretario General de Unión de Trabajadores del Turf y Afines (UTTA).
NOTA PUBLICADA EN REVISTA MÉDICOS Nro 128 . Mayo 2022
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