14 marzo, 2022
Cambiar la dieta por productos más sustentables, comer menos carne y más frutas, verduras, legumbres y frutos secos cada vez gana más adeptos entre la gente joven. Sin embargo, pensar en extender este cambio a toda la población supondría la hazaña de modificar la conducta de millones de personas influidas por sus tradiciones culinarias y por el marketing de la industria. Suena difícil, pero parece haber muy buenos motivos para llevarlo a cabo ¿La población del futuro va a comer menos carne?
Consumo de carne y contaminación
La lógica es simple: es más eficiente cultivar vegetales para que coman los humanos que cultivar para que coman los animales y luego convertir esos animales en alimento para los humanos. Se necesita más tierra, energía y agua si se cría ganado para el consumo posterior de las personas. Se contamina más por cada kilo de proteína animal que por cada kilo de proteína vegetal.
La producción de carne de vaca es la más contaminante porque el estómago de rumiante produce metano durante la digestión. Este gas expulsado por el ganado es un potente gas de efecto invernadero (GEI) responsable del cambio climático.
Un estudio publicado en Science estimó las emisiones de GEI que se generan cada 50 gramos de proteína de diferentes alimentos:
- Carne de vaca: 17,7 kilos de dióxido de carbono equivalente (CO2-eq), una forma de medir las emisiones responsables del cambio climático.
- Queso: 5,4.
- Cerdo: 3,8.
- Pescado de acuicultura: 3.
- Pollo: 2,9.
- Huevos: 2,1.
- Tofu: 1.
- Frutos secos: 0,1.
Cuánto impacta el ganado en el cambio climático
El 14,5 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) responsables del cambio climático provienen de la ganadería y la lechería, según la FAO. El 65% de ellas corresponden al ganado vacuno.
La producción de carne no solo contribuye al cambio climático. Tiene otros impactos ambientales como la eutrofización de las aguas por el uso de fertilizantes, la pérdida de bosque nativo para ganar superficie productiva y el uso descontrolado de antibióticos para promover el crecimiento de los animales domésticos.
Ezequiel Arrieta, investigador del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv, Conicet y Universidad Nacional de Córdoba), asegura que esta forma de alimentarnos tampoco es sustentable a futuro.
“Cálculos científicos dicen que para 2050 la producción mundial de alimentos, en un escenario sin mayores cambios, deberá incrementarse un 70 % respecto de 2010. De ser así, los impactos ambientales serían considerables”, detalla en un artículo publicado con otros colegas en la revista Ecología Austral.
Arrieta realizó una estimación sobre que pasaría si los argentinos adoptaran diferentes dietas más sustentables.
“Las dietas basadas en plantas mostraron un impacto ambiental más bajo, con una reducción en las emisiones de GEI de hasta el 79%, aunque podría aumentar hasta en un 220% el consumo de agua dulce”, detalla el trabajo.
Y concluye: “La crisis sanitaria y ambiental que enfrenta Argentina podría mitigarse mediante la adopción de dietas saludables (particularmente basadas en plantas), trayendo en el proceso beneficios tanto para las personas como para la naturaleza”.
La huella de carbono de la dieta argentina
Según el trabajo, un argentino promedio emite 3,05 toneladas anuales de CO2-eq con la dieta actual. Este menú incluye el consumo de 113 gramos de carne vacuna y 144,3 gramos de vegetales por día.
También calcularon cuál es el impacto de una dieta “de ricos”, en la cual el consumo de carne sube a 156 gramos diarios. Es de 4,2 toneladas anuales de CO2-eq.
La contaminación del transporte puede servir como parámetro de comparación. Un auto mediano que recorre 20 mil kilómetros al año emite 2,4 toneladas de CO2-eq. Es decir, el argentino contamina más por lo que come que con el combustible que quema para transportarse.
Pero si esa persona siguiera a rajatabla la Guía Alimentaria para la Población Argentina (GAPA) su huella de carbono bajaría a 1,72 toneladas anuales de CO2-eq. Este plan nutricional incluye 35 gramos diarios de carne vacuna, pero incorpora otras proteínas animales como pescado y cerdo, además de 500 gramos diarios de vegetales.
A su vez, en una dieta ovolactovegetariana las emisiones bajan a 0,83 toneladas anuales de CO2-eq y a 0,64, si la persona es vegana. Ambas incorporan 150 gramos diarios de legumbres, grandes olvidadas en la mesa de los argentinos.
Cómo cambiar la dieta carnívora de los argentinos
“La transición de la cultura culinaria en el país sería uno de los aspectos más desafiantes para lograr una dieta saludable y sostenible debido a las profundas raíces culturales asociadas con la carne”, asegura Arrieta. Sin embargo, ve una luz de esperanza en las generaciones jóvenes. “Se inclinan cada vez más hacia dietas más basadas en plantas y el nicho de consumo de sustitutos de la carne crece cada año”, asegura.
Pero no todo debe quedar en manos del consumidor. Para Arrieta y muchos otros expertos, el estado debe fomentar este tipo de dietas e incorporar los aspectos ambientales a la hora de elaborar las guías alimentarias.
La ley de etiquetado frontal de los alimentos también ayudará a promover dietas más sustentables, además de saludables. Y Arrieta sugiere discutir la conveniencia de gravar con impuestos a los alimentos que son nocivos para la salud y el ambiente.
El experto advierte que casi todas las estrategias alimentarias ejecutadas por el gobierno nacional se alejan de una dieta sustentable y saludable. Por ejemplo, en la canasta de Precios Cuidados, la mitad son productos ultraprocesados y solo 13 son alimentos recomendados para llevar una dieta sustentable.
En el análisis realizado por el científico también detectó un problema en el sistema alimentario argentino: hay una baja disponibilidad de frutas, verduras, frutos secos y pescado. La solución es un estado que fortalezca la agricultura familiar y campesina desde donde se producen la mayoría de esos alimentos.
Comer menos carnes ya alcanza
Arrieta y muchos expertos no plantean que todas las personas se vuelvan veganas. “Reducir el consumo de carnes no debería implicar necesariamente un abandono de prácticas culinarias tradicionales, sino una modificación progresiva de algunas, como por ejemplo limitar el consumo de carne vacuna a ocasiones especiales como al asado de los domingos”, explica en su trabajo.
Además, reitera que sería una conducta culinaria saludable ya que las carnes rojas y procesadas aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y cáncer.
Entonces, una dieta menos carnívora es un escenario de doble ganancia. El comensal gana salud y ganamos todos, porque estamos impactando menos en el ambiente y, quizá, salvando al planeta.
Otras dos estrategias colaborarán para reducir el impacto ambiental de la cadena alimentaria: lograr una producción más eficiente (mejores rindes en los cultivos, por ejemplo, gracias a cultivos transgénicos) y reducir las pérdidas y desperdicios en la producción y consumo de alimentos.
Por Lucas Viano @LucasViano
REDACCIÓN PENSAR SALUD
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