22 noviembre, 2021
Por Carlos Felice
El pensamiento sobre sanitarismo en Argentina está necesariamente atado a la figura del indiscutido y brillante Ramón Carrillo. En Colombia, en cambio, salud pública es sinónimo de Héctor Abad Gómez, una figura de gran significado para este país que trasciende sus fronteras y que renovó su celebridad gracias al estreno de la película El olvido que seremos (Fernando Trueba, 2020).
La película lleva el mismo nombre que el libro escrito por su hijo menor Héctor Abad Faciolince, que había visto la luz en 2006. Narra de manera personal la historia de su padre, un sanitarista cuyo final es conmovedor: murió asesinado en 1987 a los 66 años en Medellín, tras sus denuncias contra grupos paramilitares.
Todas las reseñas sobre su vida lo destacan como una eminencia en salud pública, pero además y sobre todo como un hombre bueno. La bondad se expresa en ese libro y en esa película, sostenidos sobre el amor del relato de su hijo escritor, que no juzga, pero sufre, la vocación de su padre a estar dispuesto a morir por una causa que excede a sus afectos. Cuenta que su padre decía que “hay muertes que honran”.
“Para mí juzgarlo es muy difícil. Ofrecer la vida por los derechos humanos de los demás, de todos los que no son hijos -que puede incluir a los hijos- es más generoso, pero también es más misterioso y más difícil de entender”, dice Abad Faciolince en una entrevista, en la que reconoce haber dilatado casi 20 años la finalización del proyecto de libro sobre su padre.
La salud pública de los colombianos fue el mayor desvelo de Héctor Abad Gómez, por lo que practicó la docencia universitaria con pasión (había estudiado en Colombia y completado una maestría sobre salud pública en Estados Unidos) y escribió más de una decena de ensayos y obras académicas. Fundó, asimismo, varias escuelas de Salud Pública en su país.
Sus aportes fueron originales y quizá uno de los más célebres sea el de “poliatría” (polis= ciudad-Estado e, iatría= estudio, tratamiento, curación), una disciplina social y comprehensiva que concibió y propuso para abordar la complejidad. No la complejidad médica, sino la complejidad social. Esta nueva disciplina debía interesarse por los problemas sociales y sobre todo, debía estar provista de una gran compasión por lo humano.
La idea de poliatría concebida por Abad Gómez implica una profesión totalmente nueva, multi y transdisciplinaria, destinada a armonizar medicina, salud pública, epidemiología, antropología, sociología, psicología social, economía, política. Postuló que esa disciplina debía entenderse como una orquesta sinfónica: una complejidad de partituras e instrumentos variados que se expresarían en una ejecución armónica. Tender a desarrollar todos los instrumentos de solidaridad humana utilizando los elementos de la convivencia pacífica, ése era el postulado.
Su compromiso con la realidad social, económica y política de Colombia obedeció a esta fundamentación académica, a su concepción y posicionamiento ante la vida y a su ideal de ciudadano al servicio de la sociedad. En sus palabras: “El médico que de medicina sólo sabe, ni de medicina sabe”.
Creó el año rural obligatorio para los médicos recién graduados y las promotoras rurales de salud. Participó de las primeras campañas masivas de vacunación antipoliomielítica. Pero también luchó activamente por que las poblaciones vulnerables accedieran a redes de abastecimiento de agua potable.
Realmente la vida de Héctor Abad Gómez es de película. Por eso no sorprende que también su nieta Daniela Abad dirigiera junto a Miguel Salazar un documental sobre su vida en 2015. El documental también retrata, con otro lenguaje, lo que se narra en el libro que ya es considerado el primer clásico de la literatura hispanoamericana del siglo XXI, una “novela sin ficción”.
Héctor Abad Gómez también fue cronista fervoroso de la paz y la violencia colombiana desde el periodismo y desde la política: “La Universidad está en la mira de quienes desean que nadie cuestione nada, que todos pensemos igual; es el blanco de aquellos para quienes el saber y el pensamiento crítico son un peligro social, por lo cual utilizan el arma del terror para que ese interlocutor crítico de la sociedad pierda su equilibrio, caiga en la desesperación de los sometidos por la vía del escarmiento”.
En sus últimos años se había abocado al cultivo de rosas en un jardín sembrado por él mismo. Cuando fue asesinado por dos sicarios en el velorio de Luis Fernando Vélez -amigo y dirigente gremial docente- había fundado y presidía el Comité para la defensa de los derechos humanos de Antioquía.
En épocas en las que se corre el riesgo de que intereses políticos primen por sobre la salud, la mirada sanitarista es necesaria e indispensable. Ábad Gómez lo creyó así.
Por Carlos Felice
(*) Abogado. Especialista en Sistemas de Salud. Presidente de Obra Social del Personal de la Actividad del Turf (OSPAT) y Secretario General de Unión de Trabajadores del Turf y Afines (UTTA).
NOTA PUBLICADA EN REVISTA MÉDICOS Nro 124 . Octubre 2021
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