Pérdida del olfato: la secuela del COVID-19 más subestimada

Pérdida del olfato por Covid-19
22 septiembre, 2021

Al inicio de la pandemia muchos se sorprendieron por que la pérdida del olfato fuera uno de los principales síntomas del COVID-19. Más de un año y medio después algunos padecen este problema como una secuela de esta infección. Puede verse como una curiosidad en medio de tantas otras consecuencias de la pandemia, pero en realidad se trata de un drama para muchos.

“Las anosmia (pérdida de olfato) por una infección viral estuvo siempre, pero la incidencia es baja y un problema poco conocido. Al surgir un virus pandémico con alto impacto, es esperable que surjan muchos casos de anosmia”, apunta Stella Maris Cuevas, médica otorrinolaringóloga y experta en olfato.

La especialista asegura que el impacto de esta secuela en las personas que tuvieron COVID-19 es altísimo. “El sentido de olfato está subestimado e infravalorado. Es difícil hablar de él y no hay muchos conocimiento entre los profesionales de la salud”, asegura.

Ahora Cuevas está dedicada tiempo completo a este problema. “Veo que el paciente que lo padece peregrina de médico en médico y le realizan varios estudios sin muchos resultados”, dice.

Incidencia de la pérdida de olfato

Un revisión de la literatura científica publicada durante los primeros meses de la pandemia estimó que la anosmia o hiposmia (pérdida parcial del olfato) surgió como síntoma en el 77% de los infectados que se midieron a través de un test. El resultado es diferente cuando es el paciente el que se autorreporta con este síntoma: el 44 % .

Un estudio argentino con 241 pacientes con COVID-19 encontró que el 79 % había perdido el olfato. En un tercio de ellos se manifestó como el primer síntoma.

No obstante, estudios en Reino Unido muestran que la anosmia es un síntoma menos frecuente entre las personas infectadas con la variante Delta.

En otros cuadros virales la pérdida del olfato ocurre porque la nariz está tapada y/o inflamada, entonces los olores no llegan a los receptores del olfato que están en la parte superior de la nariz. A veces, estos receptores sufren algún daño por el cuadro inflamatorio y tardan en recuperarse.

Pero para el caso del Sars-Cov-2 los científicos creen que hay otros factores que inciden: el virus es capaz de infectar las células nerviosas que están en la nariz y que son las responsables de percibir olores. Otra hipótesis es que la respuesta inmune para atacar al virus también afecta a estas células.

Pérdida de olfato como secuela

Pero la anosmia no representaría un problema si solo se presentara como un síntoma pasajero. El problema es cuando persiste como secuela. Cuevas asegura que todavía atiende pacientes con problemas en el olfato que se infectaron de COVID-19 durante la primera ola.

Un estudio con 2.581 pacientes encontró que el 74 % informó alguna disfunción olfativa y la mitad recuperó este sentido antes del mes. Un 24 %o aún tenía este problema a los dos meses. Ese porcentaje era del 5 % a los seis meses.

Cuevas detalla por qué el olfato es un sentido muy importante: “Se pierde el estado de alerta y vigilancia para detectar humo, gas u otro olor que signifique peligro; en las relaciones personal es importante para que la gente reconozca su nivel de aseo; interviene en las relaciones íntimas y estimula la nutrición. La persona sin olfato puede que no tenga gusto, entonces puede generar problemas nutricionales”.

Durante la etapa aguda de infección con coronavirus, por lo general hay una pérdida total del olfato (anosmia), pero luego la secuela puede terminar en:

  • Hiposmia, una pérdida parcial del olfato.
  • Parosmias, una alteración en la percepción de olores. Por ejemplo, que el café huela a podrido.
  • Fantosmias, percibir un olor que no está en el ambiente.
  • Heterosmias, distinguir solo un olor entre todos los que hay en el ambiente.

Pero el drama es mental. Cuevas asegura que la pérdida del olfato deja a las personas aislada del mundo y los desequilibra, por eso en muchos casos necesitan terapia psicológica. Afecta las rutinas de las personas, desde caminar por las calles (que están plagadas de aromas agradables y no tanto) hasta saborear un café matutino o su comida preferida.

Varios estudios previos a la pandemia asocian la pérdida de este sentido con una mayor tasa de depresión o suicido. Y los primeros análisis en pandemia están detectando el mismo patrón.

Tratamiento para la anosmia

Cueva explica que el diagnóstico comienza con escuchar al paciente porque está frustrado y angustiado por el problema. “Luego se le realiza una olfatometría. No se necesita ningún estudio más”, asegura.

También se le puede hacer una prueba del gusto porque el 80 % de este sentido depende del olfato.

El tratamiento consiste en un acompañamiento profesional. Se le pueden recetar neurogeneradores y complejos vitamínicos.

Algunos casos requieren una rehabilitación. El paciente tiene que oler una serie de aromas varias veces al día.  “Es como cuando una persona tiene que volver a aprender a hablar tras un accidente. Se va aprendiendo un olor a la vez”, señala.

Pasado el tiempo de aprendizaje, el paciente debe ser capaz de identificar cada olor con los ojos vendados.

El sitio abscent.org ofrece una serie de recursos para entrenar el olfato, entre ellos kits de esencias para la rehabilitación. Pero Cuevas asegura que la definición de esos aromas para el entrenamiento es personalizada porque depende del diagnóstico previo y también del factor emocional. “Los aromas está asociados a recuerdos y hay que trabajarlos desde ese lugar”, comenta.

Aceites esenciales y chicles como opciones

Una revisión científica encontró que la combinación de aromas más utilizada en rehabilitación del olfato es la compuesta por aceites esenciales de rosa, limón, clavo de olor y eucalipto.

Pero los autores proponen incluir otros aceites esenciales que además sumen su poder antiinflamatorio y antiviral (propiedades bioactivas) como mora, canela, cúrcuma, lavanda, tomillo, satureja, orégano, lemongrass y menta, entre otros.

A su vez, sugieren agregar un entrenamiento para la recuperación del gusto con una «degustación» de chicles con los tipo básicos de sabores (dulce, salado, agrio, amargo u umami) a partir de sustancias que también tengan efectos antiinflamatorio y antiviral.

«Hasta ahora, las propiedades bioactivas de los aceites esenciales utilizados en el entrenamiento del olfato se han pasado por alto. Los efectos antiinflamatorios de varios fitoquímicos sugieren una posibilidad prometedora para facilitar la recuperación de la anosmia y ageusia inducidas por COVID-19”, concluyen los autores del trabajo.

Y agregan: «Se pueden esperar los mismos efectos para facilitar la recuperación de la ageusia (ausencia o pérdida casi completa del sentido del gusto) y no es necesario que los agentes sean aceites esenciales. Pueden ser dietas y bebidas. Todavía estamos en el punto de partida de los estudios sobre el entrenamiento del gusto y qué utilizar para ellos». 

En cualquier caso, hasta tanto las evidencias no sean contundentes, la rehabilitación para cualquier paciente es larga, lleva varios meses y es personalizada: no todas las personas pueden rehabilitarse con los mismos aromas (como si fuera un dolor de cabeza para el que todos pueden tomar paracetamol o ibuprofeno).

REDACCIÓN PENSAR SALUD
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Tags: aceites esenciales | anosmia | covid y secuelas | olfato | otorrinología

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