14 junio, 2021
El riesgo de morir por la enfermedad causada por el coronavirus es mucho más alto que los de vacunarse. Así lo aseguran todos los estudios. Igualmente, los efectos adversos de las vacunas contra el COVID-19 se extendieron como la pólvora. Es importante, entonces, echar luz sobre qué dicen las investigaciones y casos aislados.
Ninguna vacuna es 100% eficaz para evitar la enfermedad. Y, un pequeñísimo porcentaje de personas –especialmente si tienen enfermedades de base como la obesidad o la diabetes- pueden enfermar gravemente y hasta morir aunque hayan sido vacunadas.
Casos aislados
En Estados Unidos, el Centro de Control de Enfermedades registró 535 muertes tras vacunar a 135 millones de personas con el esquema completo. En la Argentina, según informó el Ministerio de Salud de la Nación, la incidencia de fallecidos es menor al 0,003% en quienes recibieron dos dosis de vacuna.
Respecto de la vacuna Sputnik, el último informe de seguridad, publicado del 12 de mayo pasado, reveló que se registraron 25.426 eventos de efectos adversos relacionados a la vacuna rusa contra el COVID-19 que incluyeron:
- fiebre,
- cefalea,
- mialgias,
- artralgias,
- reacciones locales,
- diarrea,
- vómitos,
- náuseas y
- alergia.
Se registraron, además, cuadros de anafilaxia (0,02%) en personas con antecedentes de alergia grave.
Efectos adversos de las vacunas contra el COVID-19
Todas las vacunas pueden tener efectos adversos. Por eso, se hacen los ensayos clínicos de fase 2 y 3 antes de autorizar su aplicación a la población. Allí se contabilizan minuciosamente todos los síntomas que presentan los miles de voluntarios. Y, luego, se comparan con la incidencia habitual de esos síntomas en la población general.
De todos modos, hay efectos adversos tan raros que sólo pueden observarse cuando una vacuna se aplica a millones de personas. Por eso, los medicamentos y las vacunas incluyen una fase 4, de vigilancia de síntomas inesperados, tras la luz verde a su lanzamiento comercial.
Farmacovigilancia
La farmacovigilancia es fundamental en todas las drogas. Sobre todo, en aquellas que han sido autorizadas mediante procedimientos acelerados de emergencia. Así se pudo advertir que la primera vacuna contra el rotavirus y la primera contra el dengue generaban respuestas adversas en niños. También, se sabe que hasta la vacuna antigripal puede generar problemas en la coagulación de la sangre.
Hoy, los médicos son conscientes de que se pueden producir reacciones alérgicas graves con las vacunas basadas en ARN (Pfizer y Moderna), y también hemorragias y coágulos con las vacunas basadas en adenovirus (como la Astra Zeneca y la Johnson&Johnson, también conocida como Janssen). Son casos muy infrecuentes y tratables, pero no pueden llegar a la muerte en pocas oportunidades.
Experiencia en el mundo real
La agencia regulatoria de Gran Bretaña, país donde se desarrolló originalmente la fórmula de la vacuna comercializada por Astra Zeneca, recibió 209 reportes de casos tromboembólicos (coágulos que tapan vasos sanguíneos) y trombocitopenia (disminución de plaquetas asociada a hemorragias) tras 22 millones de primeras dosis y 6,8 millones de segundas dosis de vacunas.
La asociación entre estos problemas sanguíneos y la vacuna AZ se está estudiando. Aún no hay exactitud para asegurar que la vacuna es la causa de los coágulos y sangrados, pero en la Unión Europea sugieren que sí, al menos en mujeres jóvenes.
En España se aplicaron más de 14 millones de dosis de vacunas (Pfizer, AZ, Moderna, Janssen). Allí se registraron 11 casos de trombosis con trombocitopenia. Muchos de ellos, en lugares infrecuentes, como el seno venoso del cerebro, en vacunados con AZ. Sólo 3 personas jóvenes murieron.
El más reciente estudio sobre los posibles efectos adversos de la vacuna de Astra Zeneca (AZ) y la de Pfizer fue realizado en la población escocesa.
Según lo publicado en la revista Nature Medicine esta semana, en 2,5 millones de escoceses (57% de la población adulta) se registró un leve aumento del riesgo de un síndrome conocido como ITP ( púrpura trombocitopénica idiopática, que se manifiesta con moretones y hemorragias) hasta 27 días después de haber recibido la primera dosis de la vacuna basada en adenovirus (AZ), pero no en quienes fueron vacunados con la elaborada con ARN.
La vacuna AZ también se asoció con un leve incremento del riesgo de otros trastornos de la coagulación que conducen a trombos en arterias y también a sangrados. Pero, no se pudo establecer un vínculo causal entre la vacuna AZ y el problema más temido en la actualidad: la trombosis cerebral del seno venoso.
“Nuestro estudio sugiere que puede haber un aumento en el riesgo de la vacuna ChAdOx1 (Oxford-AstraZeneca) que es similar a otras vacunas, incluyendo la de la hepatitis B, MMR e influenza”, apuntaron Aziz Sheikh, de la Universidad de Edinburgo, en Escocia, y sus colegas.
Se estima que se presentan 11 casos de ITP por cada millón de vacunas administradas (comparados con 340 por cada 100.000 casos de COVID-19) “Este muy pequeño riesgo es importante pero debe verse en el contexto de los claros beneficios de la vacuna”.
En cuanto a la AstraZeneca en la Argentina, hasta el 10 de mayo y con casi un millón y medio de dosis aplicadas, no se reportaron casos de trombosis con trombocitopenia, como los que preocupan en Europa.
Todos los especialistas subrayan que vacunarse es seguro y el riesgo de sufrir efectos adversos es significativamente menor que el de padecer COVID-19.
Incluso, las trombosis cerebrales son muchísimo más frecuentes en casos de COVID-19 grave que en personas vacunadas. “Ya estamos viendo el impacto de las vacunas en mayores de 60 años”, aseguró Carla Vizzotti, ministra argentina de Salud. “Estimamos que se evitaron 5.500 muertes gracias a las vacunas entre abril y mayo”, puntualizó en un encuentro del Consejo Económico Social.
Recibir cualquier vacuna es mejor que no estar vacunado en medio de la pandemia. La vacuna protege a quien la recibe y, también, a quienes lo rodean.
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