14 julio, 2020
El nuevo coronavirus trajo una avalancha de enfermos y, también, un sinfín de rumores, datos erróneos, teorías conspirativas y noticias falsas. La desinformación se extendió como la culebrilla por las redes sociales, pero se reprodujo especialmente en un ámbito más íntimo: el de los grupos de whatsapp familiares. El fenómeno generó tantos malentendidos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no dudó en calificarlo como una nueva enfermedad contagiosa con capacidad epidémica: una “infodemia”.
¿Quiénes son los “super propagadores” de esta enfermedad? Las celebridades, los políticos que niegan el problema, y todos aquellos que, con buenas intenciones, intentan advertir a sus seres queridos con rapidez sobre algo que da miedo. Para contrarrestar la “infodemia”, dicen los especialistas, es importante contar con información de fuentes confiables. Y comprender que los mitos se comparten porque satisfacen necesidades psicológicas básicas para encontrar un sentido y una sensación de seguridad en situaciones de incertidumbre y crisis.
Las teorías conspirativas
Muchos mitos nacen de teorías conspirativas. Por ejemplo, cuando las autoridades sanitarias cambiaron las recomendaciones sobre el uso de máscaras y barbijos en la población, muchos dudaron sobre sus reales intenciones. ¿Habrían querido disminuir la población mundial?¿estaban acopiando material para venderlo más caro?¿guardaban los mejores elementos de protección para sí mismos en lugar de repartirlos entre la población?
Si bien pudieron influir algunos factores políticos, lo cierto es que la evidencia científica no apoyaba el uso de máscaras en la población al comienzo de la pandemia y, por eso, no se impuso como una obligación a la población ni, en verdad, al personal de salud general. Cuando se hizo evidente que había personas sin síntomas que podían transmitir el virus SARS-CoV-2 (los llamados “casos asintomáticos”), muchos científicos y médicos aconsejaron el uso de máscaras o “tapabocas” en situaciones de contacto con otras personas. El hecho de que pueda haber, según parece evidente, casos de transmisión del virus por aire, además de las gotitas expelidas al toser, estornudar o hablar, reafirma ahora la recomendación de usar máscaras, especialmente en lugares cerrados con gente.
Lo cierto es que el conocimiento científico va evolucionando con el tiempo. El COVID-19 sólo se conoce hace 6 meses y los investigadores descubren nuevas cosas a diario. Por eso es necesario actualizar la información frecuentemente con especialistas en cada tema.
¿Nuevas cepas mutantes?
A comienzos de la pandemia, floreció el rumor de que el nuevo coronavirus había nacido en un laboratorio secreto chino. Aunque virólogos de todo el mundo afirmaron que se trataba de uno de los tantos virus que sufre una mutación que le permite saltar de una especie animal a la humana, las insinuaciones continuaron. Algunos sospechan que la guerra solapada entre China y Estados Unidos contribuyó a la difusión de esta teoría. Pero lo cierto es que numerosos estudios confirmaron que este virus –como otros antes, y los que vendrán- tiene una secuencia genética similar a los coronavirus que pululan en murciélagos. Para confirmar de qué animal provino el SARS-CoV.2, una misión de la OMS se encuentra precisamente ahora en China.
Mientras tanto, otras variantes de esta teoría conspirativa circulan hoy bajo la faz de “nuevas cepas” que serían más peligrosas o más benignas. Un par de médicos italianos –no virólogos, sino oncólogos- salieron a decir que el SARS COV-2 se había “debilitado”. Sin embargo, los expertos advierten que la pandemia hoy es peor que cuando causó tantas muertes en Italia. De hecho, según la OMS, la pandemia se está acelerando y no llegó todavía a su pico mayor en el mundo.
En verdad, todos los virus mutan constantemente y su evolución es muy difícil de predecir. De ahí la vigilancia estrecha de los virus de la influenza o gripe, que suelen persistir en aves y cerdos durante años antes de transmitirse a los seres humanos.
Los virólogos ya han detectado algunos cambios genéticos en el nuevo coronavirus, pero eso no significa que se haya vuelto más virulento. La mutación más importante que ha sufrido hasta ahora el virus, según anunciaron recientemente científicos de la Universidad de Sheffield, en Gran Bretaña, le permite al SARS_CoV-2 infectar más rápidamente a las células humanas en el laboratorio. Quizás esta mutación (llamada “D614G”) genere más infectados, pero no hay indicios de que provoque más casos graves.
5 errores frecuentes
No todos los rumores que circulan sobre el COVID-19 tienen un propósito de manipulación política o mediática. Algunos son simples errores. Por ejemplo:
- “Los buches con sal combaten la infección”: no hay ninguna prueba de que la sal destruya al nuevo coronavirus.
- “El COVID-19 no es peor que la gripe”: el SARS-COV-2 produce más internaciones y muertes que el virus de la influenza (la mortalidad del COVID-19 es de aproximadamente 1% versus 0,1% en la gripe).
- “Las redes móviles 5G causan COVID-19”: la enfermedad es producida por un virus transmitido por gotas, no ondas; hay miles de casos en países donde estas redes no existen.
- “No hace falta la cuarentena porque se alcanzó inmunidad de rebaño”. Estudios realizados sobre anticuerpos en la población de España, Estados Unidos y Suiza muestran que la enorme mayoría de la población no tiene inmunidad y puede contagiarse si se expone al virus.
- “Comer ajo es bueno para evitar el coronavirus”: no existe ninguna prueba de que el ajo contrarreste el COVID-19.
- “El dióxido de cloro aporta oxígeno a las células”: es falso que el dióxido de cloro aporte oxígeno a la sangre y, mucho menos, que cure el coronavirus. De hecho, la molécula es de uso industrial.
PENSAR SALUD
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