5 junio, 2020
La pandemia de coronavirus agudiza todos los miedos y, también, los comportamientos para contrarrestarlos. Así, ante el miedo a contagiarse un virus desconocido, millones de personas se ponen hoy a lavar frenéticamente las compras del supermercado con lavandina. Pero los científicos aseguran que el COVID-19 se puede transmitir de persona a persona al respirar, estornudar, toser, hablar o cantar, pero no existe ninguna evidencia de que lo haga a través de la comida.
“El riesgo reside en la interacción con otras personas, no en la comida”, enfatizan investigadores de la Universidad Cornell, en Estados Unidos. “No hay diferencia entre la comida cruda o la cocida”.
Es cierto que los alimentos no transmiten en sí mismos el SARS-CoV-2, pero sí pueden contener microbios que intoxican al organismo humano. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 1 de cada 10 personas se enferma cada año por una contaminación alimentaria. Las bacterias Escherichia coli y Salmonella suelen generar brotes gastrointestinales a través de alimentos crudos (huevos, mayonesa, helado, verduras, leche sin pasteurizar) o de carne poco cocida (hamburguesas). El norovirus es uno de los microbios más temidos en los cruceros, por los vómitos y diarrea que produce. En cuanto al bacilo Clostridium, puede crecer a sus anchas en mariscos y latas no bien esterilizadas, dando origen al botulismo.
Recomendaciones para comprar y cocinar
La Oficina de Drogas y Alimentos (FDA) de los Estados Unidos aconseja cocinar la carne de vaca a más de 60 grados centígrados y la de pollo, a más de 70 grados. Los platos con huevo, los guisos y las “sobras” también deben calentarse a más de 70 grados.
Por supuesto, es importante lavar con lavandina y agua las mesadas de cocina, incluso las de acero inoxidable, y no compartir cubiertos, vasos ni vajilla durante la pandemia. También se recomienda concurrir a comprar alimentos con una lista –para hacerlo más rápido- y usar tapabocas, limpiar el barral de los carros con alcohol o una toallita con desinfectante, no tocarse la cara y lavarse las manos con agua y jabón durante 20 segundos al regresar.
Según la OMS, no es necesario limpiar uno por uno los alimentos envasados, pero sí se recomienda lavar las bolsas reutilizables y guardar los alimentos en la heladera en un máximo de dos horas.
En caso de pedir la comida por sistema de “delivery” o “take away” es importante el lavado de manos del personal, mantener la distancia física en las colas y garantizar que se mantenga la temperatura del alimento comprado (frío o calor). No se aconseja que las personas que entregan comida a domicilio usen guantes, sino que se higienicen las manos entre pedidos y entregas.
Alimentos industriales y orgánicos
Las autoridades sanitarias insisten en que las fábricas de alimentos trabajen con medidas higiénicas que garanticen la seguridad de los alimentos. También enfatizan la necesidad de que los empleados de supermercados usen una protección adecuada. Pero ya se han producido varios brotes de COVID-19 en frigoríficos de Estados Unidos y, al menos uno, en la provincia de Buenos Aires. Es que los trabajadores de la carne suelen pasar largas horas en ambientes refrigerados y en estrecha proximidad unos con otros, dos características que ayudan a que el virus se disemine si alguien lo tiene.
No sólo los alimentos industrializados corren riesgo de contaminación. También los llamados “orgánicos”, percibidos usualmente como más naturales y sanos, pueden contener microbios provenientes de aguas contaminadas o manipulación errónea. Las verduras y frutas deben lavarse bajo el chorro de agua de la canilla y, en lo posible, pasarles un cepillo limpio. No se aconseja usar jabón.
Acceso a los nutrientes
Hay que considerar que la pandemia también pone en riesgo las cadenas de suministros. La carestía de los huevos, por ejemplo, se atribuyó en Estados Unidos a dificultades en el transporte y la comercialización. También la harina y otros productos alimenticios sufrieron faltantes por las vallas a la distribución global.
La otra cara de la falta de acceso a los alimentos es el hambre y la desnutrición, a las que han sido empujadas millones de personas que han quedado sin trabajo en el mundo. Las colas para pedir comida se extienden tanto en la europea ciudad de Ginebra como en los asentamientos de Buenos Aires.
Finalmente, ¿cambiarán los hábitos de comida durante la pandemia? Con el aislamiento, muchos se pusieron a cocinar, incluso, su propio pan. Pero los especialistas no están seguros de que cambien los hábitos alimentarios de cada lugar y persona. Mientras algunos deciden comer más frutas y verduras para mejorar su salud, otros incrementan los dulces, los snacks y las grasas durante el aislamiento, ya sea por aburrimiento o por estrés. Pero los especialistas advierten que, aunque estos alimentos reconfortan en el momento porque promueven la liberación de neurotransmisores ligados al placer, a largo plazo no sólo pueden generar un aumento de peso sino también disparar sentimientos depresivos y alterar el sueño.
PENSAR SALUD
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